Es ó no es un acertijo
el que abre su cuenta cada día?
Cuántos haberes hay, cuántos deberes
cuántas lunas sin sol
cuántos pesares!
Tomo asiento al pie de la ventana
observo a través del cristal empañado
el teatro compungido que la vida me otorga cada día
un sol implacable azotando con furia matojos y verdes soledades
en vertical desasosiego, caen los rayos en los brazos del día
huyen los pájaros, se esconden las hojas en sí mismas
bruñidos, los árboles, tras la capa de fuego que les besa
se agitan y gritan, estirando sus ramas
tratando de rasgar el velo.
Donde estará la mano que todo lo remueve
que todo lo agita, que todo lo estremece?
Esta quietud silente que no tiene asidero
suma las cosas y las resta
todo se asienta hoy
en trono de oro.
Todo se desvanece y multiplica
A la vez.
Vuelan entre el aquí de hoy
y el allá de mañana, todos los manuscritos
convertidos en Ley por la mano de la Sabiduría.
Escrito está en el Libro de lo que se ha de pagar
aquello que nunca nos abandona, el saldo
de nuestras imperfecciones, del reto
con que jugamos a ser dioses, cuando aún
pisamos todo con nuestros pies de barro
dejando detrás nuestro un rastro imborrable
marcado en la arcilla de nuestro propio molde
secado al sol de nuestros propios desvaríos.
Distrae la brisa leve
con su imprevisto roce
el jardín encendido.
Detrás de la ventana se inicia un movimiento
de roces, risas, juegos, bailes, sensaciones.
En un instante me sustraigo
de mis cavilaciones cotidianas
vuelve la vista de las profundidades
del embriagado letargo que consume
el balance negativo en mis horas perdidas
vuelve la plenitud del sol
la vida continúa.
Yo cierro la ventana
y con los dedos de la mano
cuento.
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