La res bajó, cojeando un poco, por el empedrado sendero hasta llegar a una
pequeña explanada, donde un montón de reses, alineadas frente
a una chutra que las dirigía hacia un camión polvoso y desvencijado, incansables
masticaban mazorcas que habían sido colocadas en cubetas
de madera a la entrada del canal.
La res había metido la pata en un hueco apenas un par de días atrás, cuando corría presurosa al llamado del mayoral, impaciente por ser la primera en ponerse en la fila y saborear la alfalfa recién cortada, los suculentos granos, la primera en pasar la lengua rasposa por el bloque de sal.
Pudo haberse quebrado la pata, penso con su pensamiento de vaca, verde y lento, incluyendo la idea de que ya no estaba en la flor de la juventud. Qué suerte que aún podía caminar y no habría de perderse este llamado, imperativo en su tono de urgencia, aunque extrañamente fuera de lugar en la acostumbrada rutina.
Qué suerte!
La Canelo
Dallas, TX August 31, 2014
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