Caen como pequeños
limones amarillos mis palabras sobre un lienzo
que no se lo espera. Pintan a
dentelladas ácidas un mar de frutas que revientan y desparraman sus jugos por esas palmas de líneas de vida corta y corazones
aletargados. Se oye una música de fondo,
cuando el céfiro que trae las noticias atrasadas pasa volando a ras de los
senderos trillados y los rastrillos de chocolate baten los pocos sinsabores que
la vieja manía de hacerme pasar por un pequeño pedazo de carbón negro azabache me
ha dejado en la puerta. Sufro de
letanías inconclusas y sentimientos de
palomas trasquiladas. En unos
cuantos tiempo-espacios esos que la
gente le ha dado por llamar a gritos, vendrán los hombres que entienden la
vida como un largo cordon de
paquetitos de azúcar y sal amarrados a su
espina dorsal y comenzarán a repartir a diestra y siniestra, todo el zarzal que
llevan en sus morrales, como si con esto se pudiera remediar el tremendo
desgaste que contamina la bola de hielo sobre la cabeza de la jirafa albina. Se
apuran los comedores de púrpura a vaciar
sus cascos y encuentro que no puedo vivir sin la mortificante e insidiosa necedad de echarnos el uno encima del otro,
como si fuéramos sacos de harina de trigo, blancuzca e insípida, sin
otro propósito que el de traernos el pan nuestro de cada día. Me asomo a las fosas de tus ojos y desde allí
retiro con cuidado el anzuelo que me jala hacia el hueco de tus alucinaciones y me hago chiquita
chiquitita para poder salir huyendo por el espacio medio entre las ganas de
quedarme y lo que me hace falta. No
comprendo quién desató el ramo de gladiolas que pendía sobre la cabeza del
unicornio, cuando todo lo que había que hacer era salir por la ventana, como un
gato volador. Nos cortaron las alas, te
digo, nos cortaron las alas y las echaron en la alcancía, fuera del alcance de tus
dudas y tus uñas comidas. Van a bajar
los que aprietan las clavijas de los acordeones de acuerdo al empeño que
tenemos en darnos la espalda. Bajarán y
nos someterán a su música sin estrellas y todo se volverá un sitio de fotos
pegadas a la pared y bailarinas danzando
en una nube de tul sobre nuestras cabezas. Todo hubiera sido más sencillo si tú
hubieras comido tu ración de peces y soles en vez de irte a tu rincón a bajar
santos y someternos al precario caminar por el filo de un cuchillo y dejarme a
mí sortear los esqueletos en el salón de las almas perdidas. Por suerte nada se ha perdido, solamente el
deseo de caminar en pantaletas al sol sobre la cuerda floja, la que balancea
las veces que el mundo da un paso hacia atrás o hacia adelante. Por mi parte, te pido que vayas a la guarida
de los leones y nos hagas un espacio en
el centro. Donde llegue la música de las
hormigas. Donde se pueda dormir
tranquilamente.
La Canelo
Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX, April 22, 2015
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