Posted February 17, 2009
La esencia verdadera del hombre es la felicidad. El hombre fue hecho para ser feliz. Mantener dentro de nosotros un estado de paz, tranquilidad, alegría, amor, felicidad, es estar en el Paraíso.
Porqué no somos felices la mayor parte del tiempo?
Porqué siempre hay algo que nos hace sufrir, ya sea en menor o mayor grado, como una piedra metida dentro del zapato?
En el mundo de correos electrónicos de hoy en día, la mayor parte de dichos correos son orientados a presentaciones bellísimas ensalzando la maravilla que es utilizar el pensamiento positivo. Presentaciones de PowerPoint van y vienen con múltiples ejemplos de los beneficios de comenzar a pensar positivamente.
Y aquellos que las leen, interiormente saben que esas palabras son sabias, las encuentran muy edificantes y las pasan adelante, para que otros se aprovechen de estas enseñanzas al alcance de la mano, pero no hacen nada para cambiar, para transformar su manera de pensar.
Por eso, las vidas de la mayoría de la gente continúan sumergidas en la desesperanza y el sufrimiento, ya sea por una causa o por otra. Sufrimientos menores, sufrimientos mayores, en fin, todo lo que nos aleja de la felicidad es sufrimiento.
Porqué es tan difícil cambiar nuestro patrón de pensamiento?
Porqué podemos hacerlo solo por un corto período de tiempo y al cabo de un par de semanas o inclusive días, ya estamos otra vez de vuelta en nuestro antiguo molde?
Porqué sufrimos?
Porqué no podemos dejar algo que nos hace daño?
Porqué no podemos ver la causa de nuestro sufrimiento?
Como puedo lograr ser feliz?
Pero, antes que todo, qué es la felicidad?
Quién puede proporcionármela?
Todas estas preguntas tienen respuestas.
Qué es la felicidad?
Es el estado natural del hombre. Su esencia.
Si quieren saber qué es la felicidad, observen a un niño jugar.
Jesucristo dijo que a menos que nos convirtiéramos en niños, no podríamos entrar en el Reino de los Cielos.
Pero, para poder convertirnos en niños otra vez, tenemos que pasar por un proceso de reversión a ese estado de inocencia en donde verdaderamente éramos uno con la creación; a ese estado en donde nuestra mente todavía no se había dividido y creado esta realidad antagónica en donde vivimos.
Una de las cosas que estoy aprendiendo en mi camino hacia la realización espiritual, es el conocerme a mi misma, es una de las más importantes. Sin este aprendizaje no hubiera sido posible dar respuestas a casi todas estas preguntas que en un momento de mi vida me hice a mi misma.
Esta es la base de todo aprendizaje en el camino espiritual. Conocerse a uno mismo.
Como lo promulgó Sócrates: El dijo que debemos conocernos a nosotros mismos para que seamos sabios, porque una vida que no es examinada a fondo, no vale la pena ser vivida. Y por sostener esta premisa, fue condenado a muerte, por una sociedad ignorante de esta tan valiosa Verdad.
CONOCETE A TI MISMO
Por aquí comienza todo. Como cuando se comienza a tejer una manta primero se teje el punto primordial, y de allí, todo comienza a tomar forma.
Sin esta base, por más que pongamos todos los santos de cabeza, vayamos a la Meca y volvamos 10 veces, leamos la Biblia 345 veces, al revés y al derecho, no podremos avanzar en el sendero espiritual, solo estaremos dando inútiles vueltas en círculos, volviendo cada vez al punto de donde hemos partido.
Tenemos que saber porqué hacemos lo que hacemos, porqué experimentamos lo que experimentamos, porqué pareciera que no tenemos control sobre nuestro propio destino y muchísimas preguntas más que todavía no tienen respuesta dentro nuestro.
Para comenzar este estudio que requiere de toda una vida y lo más probable, de muchas vidas más, primero que nada se necesita la INTENCION.
Intención: Propósito o voluntad de hacer algo.
Sin la verdadera intención, nada se puede lograr. Es un compromiso que hacemos con nosotros mismos de hacer todo lo que tenemos que hacer, de cambiar todo lo que tengamos que cambiar, de deshacernos de todo lo que no nos sirve para nuestro desarrollo interno, lo cual incluye a veces abandonar creencias, experiencias y demás, para así comenzar el arduo camino que nos llevará sin lugar a dudas a experimentar esa felicidad a la que tenemos derechos como hijos de Dios que somos.
Y qué es lo que tenemos que conocer de nosotros mismos que ya no conozcamos?
Yo puedo decir de qué color son mis ojos, mi cabello, qué es lo que me gusta o disgusta, cuales son mis preferencias en términos de comida, moda, arte, decoración, etc., etc.
Pero, puedo decir porqué a veces tengo toda la “intención” de hacer algo y termino haciendo todo lo contrario?.
Puedo saber porqué a veces me levanto de mal humor, sin ningún motivo aparente?
Porqué unas personas me caen mal y otras no?
Qué es lo que me impulsa a criticar a la gente, a desconfiar de la gente?
Porqué no puedo sostener un trabajo por más de seis meses?
Porqué no puedo tener una relación amorosa que valga la pena?
Porqué estoy enfermo casi siempre?
Porqué el dinero no me alcanza para nada?
Porqué no soy feliz?
Preguntas sin respuesta para la mayoría de nosotros.
Es por eso que es tan importante conocerse a uno mismo.
Y por donde se comienza?
Se comienza cada día, en cuanto la conciencia despierta y nos damos cuenta que estamos en la cama, debajo de las cobijas y a punto de comenzar un ciclo de x horas, hasta que sea el momento de volver a la cama otra vez.
Es en ese momento que dejamos un mundo de sueños para inmediatamente caer en otro mundo de sueños al que llamamos “ realidad”, un mundo de sueños que se vive con los ojos abiertos.
Porque lo primero que debemos saber es que la mayor parte del tiempo en que trascurre nuestra vida, estamos dormidos.
Estamos dormidos y soñamos que somos alguien o algo. En este sueño tenemos nombres y apellidos, somos los orgullosos propietarios de una larga lista de posesiones materiales, posesiones intelectuales, inclusive posesiones espirituales. Solo nos definimos por lo que poseemos.
Y como estamos dormidos, en cuanto “abrimos los ojos a nuestro sueño cotidiano” comenzamos a recrear todas las circunstancias con las que nos enfrentaremos durante este día.
Qué pereza, no quiero ir la trabajo!
Está nublado, ya me puse de mal humor!
Tengo que pagar las cuentas hoy!
Mi esposa no me habla!
Estoy deprimido!
Estoy aburrido!!
Fulano me cae mal!
Nunca tengo dinero!
Nadie me quiere!
Mi mundo se destruyó!!
Etc, Etc, Etc, Etc.
Y como estamos dormidas, no podemos ver la”Verdad” que nos hará libres.
Si estuvieramos despiertos no habría absolutamente nada en este universo que pudiera afectar la paz, la calma, la alegría, el amor, la felicidad con la que el día va a transcurrir desde el momento en que se abren los ojos hasta que se cierran al final del día.
Porque estaríamos "alertas y conscientes", en otras palabras, despiertos para darnos cuenta en qué momento nuestros pensamientos inconscientes están recreando las circunstancias desagradables en que transcurre nuestra vida y podríamos actuar inmediatamente, neutralizando este pensamiento con otro de mayor poder, el pensamiento positivo. Y luego todo comenzaría a cambiar inmediatamente.
O sea, estaríamos viviendo en el Reino de Dios, ya. Sin esperar a morir para ir a un cielo, por allá no sé por donde. La vida transcurre aquí y ahora.
Es lo que dijo Jesucristo: el Reino de Dios está aquí, ahora. YA. No hay que esperar largo tiempo ni hay que morirse para vivir en él.
Solo hay que despertar la conciencia, darnos cuenta lo que pensamos, decimos, actuamos y comenzar a cambiar. Comenzar a despertar.
Solamente la persona que despierta puede conocer la verdad que los hará libres.
Es por eso que, en ese preciso momento, en la mañana, antes de abrir los ojos a un nuevo día, tenemos que tener la verdadera intención de conocer a ese Ser Superior que habita en nosotros, de abrir sus ojos, que son nuestros verdaderos ojos, aunque sea por pocos momentos al día.
Y para poder hacer esto, necesitamos la verdadera INTENCION.
Cuando los niños abren los ojos a la “Verdad” de su día, todo lo que ellos ven es un inmenso parque de diversiones, un mundo fabuloso lleno de cosas por descubrir, un mundo lleno de infinitas posibilidades.
Podemos ver el día como lo hacen los niños?
I am trying.
Escrito por Sandra Collazos McPherson
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