Friday, January 28, 2011

Una hoja.



Comentaba cierto día con una amiga acerca de las personas que prácticamente desde que nacen ya tienen una idea de lo que quieren ser o hacer en este mundo. Algunas nacen con un don especial, como los cantantes, los artistas en general, otras ya tienen una idea desde pequeňos de lo que quieren ser cuando crezcan y otras como ella y yo, pertenecemos al común de la raza humana, sin ningún talento espectacular y que pasamos por la vida desarrollando pequeňos talentos que utilizamos aquí y allá para deleite de nuestro pequeňo auditorio, nuestra familia y amigos, tal como cocinar, alegrarle la vida a los demás con nuestro buen sentido del humor, tal vez un talento para aconsejar y otro talento para disfrutar a vida como venga.

Tal vez nos venga a la mente la idea de que no sabemos a ciencia cierta cual es el sitio que ocupamos en la vida..

Lo cual me ha dado material para filosofar un poco.

Alguna vez han observado con detenimiento las hojas en un árbol? Tengo un árbol muy hermoso en el frente de la casa y cuando me acuesto en el sofá con la ventana abierta, puedo verlo y a veces medito sobre él.

Estas son mis conclusiones.

Somos una hoja en el árbol de la vida.

No importa de cuántas hojas esté compuesto, todas, absolutamente todas ocupan un sitio especial en este arbol. Un pequeňo lugar exclusivo, tal vez en lo alto del árbol, o en medio de su parte más frondosa, rodeada de muchísimas hojas, o en los extremos de ramas, un poco solitarias pero formando parte del todo a su vez. Con suficiente espacio a su alrededor como para que puedan disfrutar de la brisa , un poco de sol y todas conectadas a la savia benefactora del tronco principal.

Todas exudando su humilde porción de oxígeno, sin el cual no habría vida sobre el planeta, así de sencillo. Todo lo que hacemos contribuye al gran proceso que se desarrolla sobre la faz de la tierra, así sea recoger la basura de las calles, cantar un aria en el Metropolitan Opera u hornear un pastel de manzana para la familia. Toda acción contribuye al bien común. Así de grandes somos, sin nuestro granito de arena no habría vida sobre el planeta. Y pensar que a veces nos dá por pensar que lo que hacemos o el sitio que ocupamos no es importante. Somos lo más importante que hay sobre el planeta. Somos vida.

Aquí estamos, en nuestro rinconcito sobre el árbol, compartiéndolo con las hermosas flores que nos alegran la vida con su aroma y su color, con los frutos que alimentan al mundo, con sus semillas,que perpetúan la vida;  mas sin embargo, sin nosotras no habrían ni flores, ni frutos ni semillas, comenzando que sin hojas no habra arbol; somos una unidad indivisible, un solo ser.  Estamos unidos por un mismo tronco a la tierra que nos ha dado el ser; somos el árbol de la vida, de esa vida que el Creador con tanto amor ha puesto a nuestra disposición, para que hagamos con ella lo que querramos, para que seamos quien queremos ser.

Así pasamos nuestra vida, en nuestro rinconcito, verdecitas y relucientes en nuestra primavera, orgullosas de la sombra protectora que brindamos en el ardiente verano, intensas en nuestros colores fulgurantes del otoňo, sabias en el invierno.

Y cuando las primeras ráfagas del frío invierno nos desprendan de las ramas, por un instante seremos libres como el viento, como el Espíritu mismo, para luego ir a posarnos entre los amorosos brazos de la tierra. Volveremos a la tibia y oscura matriz que nos dió nuestro Ser, para de allí volver con renovada energía, cuando los vivificantes rayos del Sol de la primavera, nos hagan renacer otra vez.

Tal vez la próxima vez seamos una flor de hermosos colores y atrayente aroma, o tal vez un fruto, para saciar el hambre de la humanidad, mas al final todos seremos semilla y luego un árbol y tendremos que cuidar de nuestras hojas, así como este árbol que ahora nos anida, cuida de nosotros.

Que si somos importantes, eh?