Wednesday, April 22, 2015

Gato Volador




Caen como pequeños limones amarillos mis palabras  sobre un lienzo que no se lo espera. Pintan  a dentelladas ácidas un mar de frutas que revientan  y desparraman sus jugos  por esas palmas de líneas de vida corta y corazones aletargados.  Se oye una música de fondo, cuando el céfiro que trae las noticias atrasadas pasa volando a ras de los senderos trillados y los rastrillos de chocolate baten los pocos sinsabores que la vieja  manía de hacerme pasar por  un pequeño pedazo de carbón negro azabache me ha dejado en la puerta.  Sufro de letanías inconclusas y sentimientos  de palomas trasquiladas.  En unos cuantos  tiempo-espacios esos que la gente le ha dado por llamar a gritos, vendrán los hombres que entienden la vida  como un largo cordon de paquetitos de azúcar y sal amarrados  a su espina dorsal y comenzarán a repartir a diestra y siniestra, todo el zarzal que llevan en sus morrales, como si con esto se pudiera remediar el tremendo desgaste que contamina la bola de hielo sobre la cabeza de la jirafa albina. Se apuran los comedores de púrpura  a vaciar sus cascos y encuentro que no puedo vivir sin la mortificante e insidiosa  necedad de echarnos el uno encima del otro, como si fuéramos sacos de harina de trigo, blancuzca e insípida, sin otro propósito que el de traernos el pan nuestro de cada día.  Me asomo a las fosas de tus ojos y desde allí retiro con cuidado el anzuelo que me jala hacia el  hueco de tus alucinaciones y me hago chiquita chiquitita para poder salir huyendo por el espacio medio entre las ganas de quedarme y lo que me hace falta.  No comprendo quién desató el ramo de gladiolas que pendía sobre la cabeza del unicornio, cuando todo lo que había que hacer era salir por la ventana, como un gato volador.  Nos cortaron las alas, te digo, nos cortaron las alas y las echaron en la alcancía, fuera del alcance de tus dudas y tus uñas comidas.  Van a bajar los que aprietan las clavijas de los acordeones de acuerdo al empeño que tenemos en  darnos la espalda. Bajarán y nos someterán a su música sin estrellas y todo se volverá un sitio de fotos pegadas a la pared  y bailarinas danzando en una nube de tul sobre nuestras cabezas. Todo hubiera sido más sencillo si tú hubieras comido tu ración de peces y soles en vez de irte a tu rincón a bajar santos y someternos al precario caminar por el filo de un cuchillo y dejarme a mí sortear los esqueletos en el salón de las almas perdidas.  Por suerte nada se ha perdido, solamente el deseo de caminar en pantaletas al sol sobre la cuerda floja, la que balancea las veces que el mundo da un paso hacia atrás o hacia adelante.  Por mi parte, te pido que vayas a la guarida de los leones y  nos hagas un espacio en el centro.  Donde llegue la música de las hormigas.  Donde se pueda dormir tranquilamente.
 
La Canelo
 
 
 
Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX, April 22, 2015