Sunday, March 31, 2013

Poema No. 150


 



 

ahora
levanta el velo que la sombra anuda
con sus lazos de viento y  lluvia
 
el pensamiento anida en el árbol de la noche
y en el azul
en las calles,  los pasos:
cien
 
mientes, tendrás que darlos
la sed azul sin fin del cielo
promete gracia, deseo
mar y sal
 
en cólera el día tiene las cosas detenidas
 
ahora
conjuga el miedo
en la mano el anillo
vano espíritu de niebla, árbol de la noche
 
la garra es la llave, el negro
todo
 
apertura, reloj de arena
mar y sal
 
es la nada el velo del
ahora
 
cosecha  el arduo brazo del destino
 
en el vacío se mueve el punto
almacena, sube como la pluma
el girasol: puente, liga, mano
 
los pasos en la calle:
cien
 
vamos al río azul celeste en vano
mar y sal
 
deseo
 
el amarillo centro de la calle
el farol y la sombra
por un hilo de luz la oscuridad se cae
suspiro
 
veo
 
ahora

Poema de Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX March 31th, 2013
 
 

Thursday, March 28, 2013

Poema No. 136


 
 

Vengo a relatarles, vengo y no voy, un evento, uno y no dos, antiguo, muy antiguo, tanto como las barbas de Adán, como el ojo de aguja por donde todavía pasan los camellos.  Tan antiguo que tuve que desamarrar la viga que sostenía al mundo anclado a la ceiba gigante y aún asi tuve que comprarle pescaditos de azúcar, de los que dan de ñapa en la memoria de los niños que se niegan a dormir, para que se fuera, por fin, se fuera volando como un globo de feria y pudieran bajar, sí, bajar y no subir, los viejos, los cuentistas, con sus barbas luengas y las manos llenas de polvo de estrella y las aes, las aches,oes, emes, comas y puntos suspensivos flotando entre los pichachos de sus sombreros singulares.  
        
 
Bajaron un dia y no una noche, aunque aquí las noches duran sepetecientos pestañeos y un suspiro.  Bajaron montados a horcajadas en gaviotas de harina que se iban y no venían deshaciendo a medida que batían las alas en una enorme batidora que llenaba todo lo que el ojo alcanzara y eso que el ojo no era muy buen corredor.  Dejaban tras de sí y no de mí ni de nosotros, una polvareda tan grande que podía verse fácilmente a siete leguas o a vuelo de pájaro.
 

Polvo de harina. Un momento.  Estiro la mano un metro cuarenta y cinco centímetros para alcanzar el frasco de bolas amarillas que se burla de mí con carcajadas de cerezas que le hacen estremecer su barriga hinchada de comelón empedernido.Uf! Vano intento.  Solo logro rozarlo.  Cae  la tapa al suelo y se forma la corredera. 
 
 Se escapan las galletitas de animales.   Corren por todos lados como alucinadas.  Un caballo de tres patas tratando de alcanzar a un elefante con la trompa carcomida; detrás vienen dos tortugas y un león con su melena bien peinada.  Animales por todos lados. Huyendo.  Despavoridos.  A duras penas logro alcanzar a un rinoceronte que trata de esconderse detrás de la engrapadora.  Mas allá, una cebra insiste en meterse debajo de la computadora.  Dos bocados. Dos.  Eso es todo.  Polvo de harina.
 
 
Prosigamos.    

Eramos tres, al principio, dijo la golondrina, sacudiéndose un poco la harina de las alas.  Se paró de cabeza y sacó un largo pergamino que llevaba enrrollado en su bolsa de cartero.  Un pergamino muy apergaminado. Peqado con escamas de peces y hecho de corteza de plantas de pies de gigantes.  Ahora éramos mas de cien millones sobre aquella primera gota de agua.  Ejem, ejem.  Todos los ojos dejaron de divagar y volvieron corriendo con sus paraguitos y tapetes voldores y se sentaron al pie de la ceiba gigantesca.  Movamos este cántaro de lugar.  
 
 
  Una rana con cara de iguana dícese que dijo con el ovillo amarillo de lana fijo en el orificio del edificio.  No, me oí decir, como quien oye llover y me reí a diestra y siniestra.  No lo moverán a menos que lo muevan. Hubo una muestra de solidaridad de parte de los soldados y el lechero,que esperaba con calma la llegada de los extraterrestres, se acostó y se durmió, debajo de la ceiba gigantesca. 

 Estado de sitio.  Control total.

Lo primero que veo es una ventana.  No hay paredes ni techo ni piso.

Luego el conejo.  Porqué siempre tiene que ser el conejo? Porqué no puede ser un avestruz con un sombrero de fieltro o un puerco espín bien peliagudo?  Y justo tenía que llegar ahora cuando el horno debajo de la ceiba comienza a hacer subir las hormigas por el tronco.  El conejo se detiene al pie de la ventana. 
 

 
 Me mira con ojos de tablero de ajedrez y me dice:  Huyamos.  El hueco de la ventana comienza a encogerse y, como en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, me tiro de cabeza, sin esperar ni un segundo.  Zaz!  Ahora somos un millón sepetecientos yos huyendo.  Y el conejo?

 

Eran las tres de la tarde.  Como si fuera hoy.  Sobre la mesa de tablas disparejas una mujer diminuta mira su reloj de pulsera y taconea impacientemente. Del techo caen tres girasoles verdes y un bastón.  Afuera, el día se ha vuelto al revés y las gallinas han comenzado a subirse a la ceiba gigantesca.  Una luna carcomida dispara pétalos ensangrentados sobre los transeúntes que pasan, sin detenerse, montados en camellos azules.  Es la hora.  La mandrágora.  La mandrágora que cuelga de una de las ramas de la ceiba, saca una lengua larga y sinuosa y  lame las cabezas de los que pasan.  Es la hora.

A ver, pequeñuela, como te llamarás?  Dícese que dijo la rana con cara de iguana con su ovillo amarillo de lana.  La mujer diminuta le mira con ojos airados.  Abre la boca de la que se escapan unas letras agarradas de la mano:  Losa brasmaña napor lam a  ñan a,

Qué hora es?  Pregunta la misma rana con cara de iguana.

Es hora de sacar la ropa de la lavadora, alguien contesta a traves de mi boca cerrada.



Escrito por Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX, March 28th, 2013

Wednesday, March 27, 2013

Poema No. 121


 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La vida
 me ha enseñado muchas cosas
a lo largo del camino.
 
No en vano han los años transcurrido
y heme aquí ahora, una mujer madura
segura de mi misma, sosegada
positiva, objetiva
                                   de convicciones firmes, juicios imparciales
una estabilidad emocional, intelectual
y un pleno desarrollo espiritual
fruto de estas enseñanzas
las cuales
me califican para hacerle frente
a cualquier eventualidad que se presente
las tres noches de oscuridad tan anunciadas
el choque de un meteoro, un maremoto
la súbita riqueza, la última pobreza
enfermedad, locura, encarcelamiento
tú menciónalo
hasta ser presidenta de un país tercermundista
estoy preparada para salir adelante
victoriosa
con el orgullo de quién ha pasado por esta vida
aprendiendo lo más y mejor que ella ofrece. 

Pero… 

cuando me pregunto…
si yo podría... vivir sin tí… 
 
me doy cuenta que...
 
no he aprendido
un CARAJO 

de esta vida!
 
 
Poema de Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX March 27th, 2013

Saturday, March 23, 2013

Poema No. 186


 

 

Llego
al país del tiempo envilecido
a pie, descalzo, andrajoso y sediento
un hambre vieja carcome lo que resta
del viejo carapacho
del hueso carcomido
suenan trompetas
anuncian
el fin de  los pretextos
levántanse los muertos
los que polvo comieron y al polvo retornaron
anuncian
al Verbo
con voces sin sonido
con bombos y platillos:
      venid, participad, entregaros
no seáis necios
     despojaros
     de todo aquello que no sea volátil
     disímil o incongruente
     concéntrico o disonante
     voltearos al revés
     dejad  por fuera el vientre maloliente
     aquel que pare gusanos fermentados
     en el acerbo vino de la sinrazón.
 
Entro
en el sanctum sanctorum de la madre
verbena enmudecida, crepúsculo
la consanguinidad me aturde
(Nunca pensé que…)
ayer paso tan de repente
y hoy, pujidos, el crepitar, el hielo
el tronar de huesos
cantan los querubines
salta del vientre inmaculado la palabra
desnuda, chorreando baba,  inquieta
me mira, yo la miro
nos miramos 
 
Camino
de la mano del pérfido ilustre acongojado
somos parias y aun así  nos pertenecemos
polvo al polvo
lo demás, es tácito y sobreentendido
 
Pido 
justicia a manos llenas
luz centelleante
un vaso de vino 
 
Vengo
asueňado, sonámbulo, cretino
he vislumbrado el círculo llameante
la espléndida corola
el trono de oro
hoy solo queda el llover sobre mojado
tras los parapetos que el mundo se inventa
teatro de la tragicomedia
mas aun así, he de decirlo, no
mejor he de gritarlo al mundo entero
con lengua estropajosa por el miedo
he de gritar que muero
por propia voluntad.



Poema de Sandra Collazos  McPherson
Dallas, TX March 14, 2013



 

Wednesday, March 20, 2013

Poema No. 133




 



 
 
En ese espacio lento
de pensamientos suaves
y negaciones marginadas
me sumerjo.
 
Casa es  de mil puertas
y mil ventanas
abiertas algunas, otras 
entornadas.
 
No hay nada nuevo ni particular,  lo mismo
de todos los días, el mismo ir y venir,  los mismos personajes
solo que algunos  hoy se pintan carcajadas y otros
aúllan en sus esquinas y me miran con ojos de odio
les ignoro
no vale la pena dedicarles un minuto del tan valioso tiempo
aunque aquí, el tiempo no vale un pepino
ni mucho menos las arrugas que me cruzan la frente.
 
Contemplo
las aguas pesadas
 los peces muertos y sus panzas plateadas
titilan como estrellas en esta vastedad de lo que ignoro
solo el viento
se mueve
sobre las aguas quietas
cadencioso por entre los pesados cortinajes
de este teatro decadente y pasado de moda.
 
Los bufones duermen
y  yo
me dejo mecer por el viento.
 
Y ahora qué?
me pregunto. 
Puertas, puertas   solo puertas, abro ésta
no
agujas de pino y una sombra.
Aquélla.
Tampoco.  Duendes que  corren a esconderse
tras las faldas de la gran matrona.  Pero yo
les ignoro.
 
Sigo buscando
en este espacio lento
en este gran caldero donde habitan
formas de leche y sal
tibias como los suaves pensamientos donde anidas
 
Te busco y no te encuentro.
Y sé que estas allí
y Yo aquí
en este oscuro oquedal que te antecede.
 
Aquí 
A la sombra del árbol
milenario.
 
Poema de Sandra Collazos McPherson
Dallas, TX March 20th, 2013