Este es el cuento
de un dia que amaneció lloviendo y en el portal de la casa de los vientos un silencio se aposentó, silencio que no cedió
a los ruegos de sus hermanos vientos quienes querían salir por esos mundos a
repartir alientos y jumas viejas y
cientos de zigzagueos.
Ochocientos
elefantes parados en las trompas,
opulentos jinetes en patos petulantes,
quisieron entrar en el estante de las maravillas escondidas, pero el viejo somnoliento que cuidaba el jardín de los
tormentos no los dejaba entrar por una marca amarilla en la solapa de sus
vestidos malgastados, luego tuvieron que pagar por el mandado, dejarlos en la
hierba para que el sol y la lluvia los lavara y si no fuera por el medio
tamborcillo que a medio son tocaba a mediodía y
no por la mañana no hubieran salidos las langostas esas que duermen
cuatro siglos enterradas y luego vuelan como dragones encendidos como tercos dragones encendidos , vuelan por el desierto y por el rio llevan el pergamino
ceniciento, ese que ordena que a los días les sean bien pagados sus
emolumentos para que suba el telón del firmamento y en el portal de la casa de
los vientos el silencio se vaya
despidiendo y este es el cuento
de un día que amaneció lloviendo.
Y si no te gustó
no te lo cuento.
La Canelo
Dallas, TX, June 6, 2014