Tuesday, July 9, 2013

“Advertencia”

 
 
 


Hoy salí al patio, temprano en la mañana, con deseos de caminar un rato y sentir la  frescura de la hierba  bajo  mis pies desnudos .
 Me acerco  a mi palito de limón, que gracias al cuidado que le dimos en los últimos dos inviernos para evitar que se durmiera,  ahora  está lleno de limones, verdes aún. Aspiro con extremo agrado el delicioso aroma  que de ellos se desprende.  Un sentimiento de bienestar  me recorre por completo.
El sol brillante reina dueño y señor de la bóveda celeste  sobre mi cabeza y una  brisita cálida y seca  me envuelve y me recuerda que debo ir a la tienda a comprarme una loción contra la resequedad, tan necesaria en este clima semidesértico de Dallas.
El jardín luce un poco estresado.  Las plantas luchan por conservar la poca  humedad que el inclemente sol  insiste en evaporar de sus hojas casi resecas ya .  Las flores no tienen ese alegre colorido, ese lustre con el que engalanaban  los días primaverales.  Ahora se dejan caer un poco desmayadas,  en espera de la lluvia benefactora que les  devuelva su fresca hermosura.  Ya  casi me acostumbro a presenciar  su rápida decadencia en los ardientes meses del verano, luego de la colorida  explosión de la primavera, aunque  no ceso de preguntarme  si vale la pena tanto esfuerzo en plantar luego de la devastación que deja el invierno. Pero  es  tan grato poder mirar por la ventana de la cocina y presenciar el drama que se desarrolla en ese pequeño reino que unas cuantas semillas y unas manos laboriosas han construido para el  regocijo de todos sus habitantes, que el esfuerzo queda totalmente justificado.
Avecillas de toda clase, mariposas en todos colores y tamaños, abejas, abejorros, colibríes, libélulas van y vienen a su antojo, alegrándolo todo con su aletear  de flor en flor.
Este año el jardín le ha dado la bienvenida a nuevos moradores, aparte de los inquilinos que todas las primaveras vuelven al nido que han establecido  detrás del aro de basketball  sobre la puerta del garaje y en la pequeña casita anclada en un poste en el centro de jardín.
Una pareja de cardenales ha construido su nido en el rosal y otra  linda parejita  se construyó el suyo en el techo de la terraza,  una decisión que creo que lamentaron, pues era evidente que detestaban enormemente vernos cerca , cosa que no podíamos evitar pues  estaban prácticamente en nuestro paso.
Ya todos los pajaritos se fueron al sur, creo y todo lo que queda son los nidos vacíos.
Y hoy, al salir al patio a oler los limones, me detengo un poco ante el nido vacío de los cardenales, para admirar  su delicada construcción.
Noto que han usado pedazos de plásticos, revistas y hasta un pedazo de una receta médica junto con las consabidas ramitas y pajitas que recogen por ahí  y  me río cuando leo uno de los papeles pues dice “warning”   o sea, “advertencia” como diciendo aléjense de este nido.  Luego me pregunto cuál sería el criterio de construcción usado por estos pajaritos a la hora de escoger los materiales para el mismo.  Quién o qué les impulsó a decidir que un pedazo de plástico queda muy bien incrustado  en el nido. O un pedazo de papel?
Lo que me hace pensar en algo que leí hace tiempo acerca del espíritu o inteligencia que anima a los animales.
Han observado las bandadas como se mueven al unísono? Y los cardúmenes?  Cómo ciertas especies de pájaros vuelan miles de millas para llegar al sitio en donde  se juntaran con su pareja para procrear?  Lo mismo de los peces, o las tortugas.
Todo, absolutamente todo en la naturaleza  es perfecto y es regido por una mano que mueve todo de acuerdo con lo establecido por el plan que ella sigue para sus habitantes.
La mano del Espíritu.
Nosotros también podríamos ser movidos por esta Mano,  al  unísono, en perfecta armonía con nuestros congéneres, al  encuentro de nuestro destino final en el seno del Creador.
Pero,  siempre hay un pero,  nosotros  optamos por el fruto del árbol del bien y del mal y decidimos salir del paraíso y luego del error cometido, ahora queremos volver y no nos es  posible porque ya no nos reconocemos ni a nosotros mismos y menos aún a nuestros hermanos que nos rodean y que también están en el mismo barco.
Y  todo debido a  nuestra insana manía de usar nuestro raciocinio  para juzgar todo lo que se nos pone por delante  y tomar absurdas decisiones basadas en esos juicios  que solo nos envenenan  en vez  de  dejarnos llevar por la mano del espíritu, como se dejan llevar los pajaritos en el aire o a la hora de construir sus nidos.
Es por eso que tenemos que recoger los pedazos del cántaro ese que se rompió en miles de pequeñas astillas y volverlo a poner como era en un principio.
Tenemos que volver a construir nuestro nido perfecto, tenerlo listo para anidar a el alma lista para volar a su sitio perfecto.  Construirlo con pedacitos de papel  llenos de letras.  Aquellas maravillosas letras con las que el Creador lo construyo absolutamente todo. Una a una irán llenando  el vacío que el exilio de aquel jardín eterno creó en nuestros corazones.
Una a una.
 Así como los pajaritos construyen sus nidos.
 Ramita por ramita.
 
La Canelo
 
Dallas, July 10, 2013