Thursday, July 11, 2013

El Tren



Salgo de la frialdad de la casa al fuego del jardín.  Es como entrar en un horno  seteado  a fuego lento.
Y pensar que las plantas están aquí 24/7 y que solo tienen un poco de respiro al caer la noche o al recibir su ración diaria de agua del sistema de regadío, el cual debe ser administrado a tempranas horas de la mañana o por la noche, para no añadir más penas  a las pobres plantas que se cocinan en esta ola de calor que nos acompaña todos los veranos.
No puedo menos que imaginarme a las personas  que viven  en el desierto.   Sus vestimentas, sus comidas, cómo se guarecen del sol, etc.  A los cowboys del antiguo oeste, con sus sombreros, sus botas  y sus camisas de manga larga y encima todos esos aditamentos de cuero.  Uf!!  A los beduinos y sus trajes amplios y sus turbantes, sus quesos de cabras y mermeladas de dátiles, el delicioso olor de corderos  asados, deliciosamente condimentados con aceite de oliva, romero y toneladas de ajo, las refrescantes pautas de los oásises (no se si se escribe así, pero me gusta cómo suena)  y esas noches estrelladas  alumbrando las dunas interminables.  También concurren a este sitio en mi mente esos artistas antiquísimos, aquellos que dibujaron  figuras de monos, peces,  pistas de aterrizajes para naves intergalácticas sobre las polvosas y resecas llanuras de Nazca.
Llevo menos de diez minutos en este calor sofocante y ya los glóbulos de mis ojos comienzan a derretirse, a  construirse  una atmósfera acuosa alrededor, como cristales empañados.  Me gustaría poner un poco de este líquido en mi lengua para sentir su salobridad, pero desisto al instante.   En su lugar  pienso en este gran caldero en donde varios exploradores, con sus sombreros al estilo  Indiana Jones y sus ropajes  color kaki, se cocinan  a fuego lento, en medio de zanahorias, papas y otros vegetales, mientras caníbales ansiosos se aglomeran a su alrededor, con sus bocas babeantes y sus tenedores y cuchillos en las manos ( de madera, por supuesto) .  El chef, revuelve el caldero con un cucharón de madera extra largo, para no quemarse con el vapor que en espirales  asciende hacia el verde dosel que impide admirar el cielo cargado de nubes .  Busca con avidez los blancos óvulos, delicadeza culinaria de primer orden, pues  el delicado sabor y su tierna contextura se perderían irremediablemente si se les dejara cocinar por más tiempo del recomendado.  Quién diría!!
La llegada imprevista del bluejay,  (la especie americana de azulejos, mucho más grandes que sus congéneres latinoamericanos) me saca de mis cavilaciones.  Con su graznar escandaloso,  su actitud impertinente y un revolotear de alas , en un segundo desaloja el pequeño recipiente de cerámica lleno de agua  que hemos puesto en el centro del jardín para que los pajaritos se bañen, pues los pajaritos que alegres disfrutaban su baño matinal salen volando disparados, sin pensarlo dos veces.  Todos le temen al bluejay.
El  baño de los pajaritos!! Recuerdo cuando  fuimos a Garden Ridge a comprarlo.  Queríamos conseguir un elemento que atrajera a los pájaros y que no causara tanto revuelo, como cuando les  alimentábamos.  Qué desastre!! Parece que la voz se corrió rápidamente y cada día teníamos cientos de pájaros alineados en nuestra cerca y la de los vecinos, esperando impacientes por su diaria ración de alimento.  Lo que menos agradaba a los vecinos, ( malagradecidos desconocedores del arte natural) eran las pequeñas y a veces grandes, dependiendo del tamaño de las aves, obras de arte  con las que se complacían en salpicar las paredes de las cercas.  Bueno, tengo que admitir que a veces yo no me sentía tan complacida por esta demostración de agradecimiento de las aves.
Unas nubes  blancas y  gordezuelas  tranquilamente se deslizan  allá en la celeste curvatura. Como el manatí blanco que vimos el sábado pasado cuando fuimos al Acuario de Dallas.  Un manatí gigantesco y bonachón, con su cara de yo-no-fui y su cola de remo, moviéndose con lentitud y cierta gracia en las azules aguas del estanque.
Los limones están creciendo rápidamente.  Son de una variedad  llamada Meyers,  muy apreciada por su combinación de sabores, entre  mandarina y  limón.  Casi no puedo esperar que estén listos de cosechar.  Ya me parece ver la jarra de cristal  aquí, a  mi lado, en la pequeña mesita, llena de hielo y deliciosa limonada, a la par de un platito lleno de las no menos deliciosas barras de limón.  Mmmm, se me hace la boca agua!! Que delicia!!
Entro en la casa a buscar mi cámara para tomar una foto del jardín y  casi me tropiezo con Hugo. Le doy un beso y sigo mi camino.   Cámara en mano salgo al patio nuevamente a tomar mi foto de la bañadera de los pajaritos.
Tomo  la foto, creo que me servirá para postearla junto con  este escrito.  Noto la equináceas alrededor de la tina de  los pajaritos  y me hago una notita mental de ir a la tienda a comprar el té, buenísimo para subir las defensas.
Miro al cielo nuevamente y noto que una nube ha crecido una especie de  trompa, lo que la asemeja a un gran elefante blanco.
El fin de semana pasado llevamos a Alex, la hija de Hugo a Ft. Worth, para que experimentara un poco el viejo oeste y justo pasamos frente  a un bar llamado El Elefante Blanco,  donde dicen se llevó a cabo uno de los últimos tiroteos y donde se filmaron también varios episodios de Walker, Texas Ranger.  A pesar de la interesante historia del lugar y de su inmensa colección de elefantes blancos, decidimos pasar de largo, así como esta nube ha decidido pasar de largo, empujada por el viento del sur.
Viento del sur! Ah! Mi querido Panamá,  allá en la distancia, tan lejos y a la vez tan cerca de mí.
Un pajarito pía encima de la jungla que ha crecido  sobre la pérgola.
Pienso en mi Pollito, allá en Panamá y en  la jungla de brazos amorosos  a su alrededor.  Pienso en él y sonrío.  Este pensamiento me inunda el corazón con un calor más abrasador que el que se siente en el jardín.
 
Siguen mis ojos vagando lánguidamente por todo el jardín hasta posarse con atención sobre la pequeña estatua de Kokopali, el dios de la música de los nativos americanos.
Su música silente lo llena todo, como en aquél jardín,
 como en aquél jardín…


La Canelo


Dallas, TX, Julio 11, 2013
 

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